Realzando la sencillez de los pequeños pescaitos

Últimamente me estoy enamorando de los pequeños pescados azules como las anchoas, sardinas y jurelitos. Pescados a los que casi no se presta atención y pocas veces se valoran. La mayoría de las veces se toman rebozados y ya se sabe, todo lo rebozado está bueno, tan bueno que no solemos prestar demasiada atención al propio animalito.

Por eso os propongo prepararlos de forma que sus propiedades no queden ensombrecidas por la delicia del frito o por un excesivo marinado en vinagre (como en el caso de los boquerones) y cuidando aún más su preparación, retirando la mayor parte de sus espinas, especialmente las de la ventresca, que en vida abrazan sus vísceras.

Y las espinas, vamos a reservarlas para freírlas y tomarlas como delicias crujientes de pescado.

Como ejemplo empezamos con unas sardinas a la plancha:

Primero los limpiamos, desescamamos, sacamos los dos lomos y retiramos las espinas más molestas, las de la ventresca intentando perder el mínimo posible de carne.

Luego secamos y los colocamos con la piel hacia abajo sobre una rejilla. Aderezamos con un poco de sal, muy poca azúcar y un poco de glutamato monosódico. Dejamos que suden durante al menos hora y media.

sardinas sudando rejilla

 

Luego mojamos rápidamente en agua y secamos muy muy bien con papel absorbente. Han perdido un poco de agua y la carne adquiere un color más opaco y una textura más tersa – prueba a tomarte uno sólo, así en crudo y sin aliñar con nada más – una delicia. 

sardinas secadas antes de plancha

Doramos en la sartén con una gota de aceite. Pero sólo por el lado de la piel, lo suficiente como para dorarla mientras que la carne  no termina de cocinarse del todo, aportando el sabor ligeramente dulce del pescado crudo, una textura deliciosa y una tonalidad algo opaca, como en la foto:

sardinas parcialmente cocinadas carne

La piel dorada y crujiente, para potenciar su intensidad de sabor, donde reside la mayor parte este.  

sardina final

Los tres pescaditos quedan bien así.

Luego va ligerísimamente aliñado con el aceite con el que se han dorado (que al rociarlo sobre el pescado vuelve a hacer crujir la piel, momento delicioso), unas gotas de lima y un poquitín de ralladura de lima keffir.

La mayoría de vosotros conoceréis los ralladores de Microplane, para mi son los mejores que hay y los únicos que utilizo. Y este es el mejor de los Microplane para cítricos:

Eso sí, si queréis el más completo, os recomiendo este, que tiene todas las variedades posibles de sistema de rallado – una de las cosas más interesantes es que se puede separar el rallador con corte especial para cítricos y usarlo de forma independiente. 

rallador-caja-de-4-caras-de-microplane

Otros pequeños pescaitos con los que hice pruebas:

Jurelitos:

jureles

Deliciosos, más incluso que las sardinas. En este pescado es especialmente increíble cómo el azúcar potencia la percepción de frescor crudo del pescado, un ingrediente nada habitual para aderezar pescado pero que me parece un gran descubrimiento si se usa con medida.

Boquerones:

boquerón plancha

 Una auténtica delicia siguiendo la misma preparación. Aunque macerados también son deliciosos.

Bacalaitos:

bacalaitos

Me pareció una sosez, no tienen casi sabor ni gracia. Mucho mejor su versión de gran tamaño para apreciar su textura.

Y finalmente, los salmonetes:

salmonetes

Un salmonete siempre está bueno, pero me parece muchísimo mejor su gran hermano – cómpralos grandes, límpialos bien y disfruta como un enano con este gran manjar.

En crudo: después de limpiar bien la carne, podemos cortar el daditos y aliñarlos como más nos guste. No me gusta demasiado cómo quedan los boquerones así porque tienen un sabor demasiado graso que sólo logra compensarse con un marinado ácido (próximo post). Tanto la sardina como el jurel queda de morirse de bueno.

Cosas que hacer con una cabeza de mero amarillo de dos kilos

El otro día me regalaron esta auténtica delicia, una cabeza de mero amarillo de unos dos kilos – no sabía qué iba a hacer con ella, pero no podía dejar de relamerme porque es uno de mis pescados favoritos y tener la oportunidad de trastear con su cabeza, para mi es como para volverse loco.

Lo primero que hice fue retirar los dos cortes que más me gustan de una cabeza y prepararlos por separado sólo con un toque de plancha.

Primero me dediqué al cachete (o carrillera). Para sacarla hay que apoyarse en los huesos que lo rodean para no dejar nada de esta deliciosa carne.

 Mira, no quedó casi nada:

La textura es deliciosa, algo fibrosa, parecida a la de una carrillera de carne, pero muchísimo más jugosa.

Y la piel crujientita, qué pasada:

Después, saqué la cococha, pero como la cabeza estaba abierta por el centro, quedaron dos mitades, que en la plancha se curvaron por la contracción de su piel.

INCREÍBLE la melosidad de esta pieza y la cantidad de gelatina que tenía:

Fíjate la cantidad de carne que todavía le quedaba en su interior:

Luego preparé para el resto de la cabeza un caldo base de verduras y aromáticos.

Doré ajo, cebolla, calçots, pasta de tomate concentrado italiano, laurel, pimienta, semillas de cilantro, sal y pimentón ahumado (dorado justo antes de añadir el agua para que no se queme y amargue), añadí 4 litros de agua a 65º C. (la cantidad suficiente como para cubrirla), la cabeza y cocí  durante 45 minutos manteniendo la temperatura constante.

Retiré toda la carne y la reservé para añadirla al arroz en el último momento. (Lo siento, sin foto)

El resto de la cabeza la devolví al caldo, lo llevé a ebullición y la cocí durante 15 minutos. Colé, reduje el caldo a la mitad y utilicé esta deliciosa esencia para hacer un gran arroz – yo lo acompañé de unos calçots salteados que aportaron un dulzor delicioso, la carne de la cabeza que tenía reservada y un poco de perejil.

Raspas de boquerón fritas

Esto es una auténtica delicia para pobres y ricos que tienes que acompañar sin falta con algo de líquido alcohólico.

Y por lo menos a mi me da un gusto tremendo hacer un aperitivo tan delicioso con algo que normalmente tirarías a la basura.

Puedes utilizar las raspas de pescado que quieras, pero mientras más pequeño sea, más fino quedará. Después de un proceso para reducir su intensidad, conseguí darle un sabor muy suave y una textura crujiente absolutamente deliciosa.

Preparación:

Para reducir el fuerte sabor a pescado que tienen si las fríes tal cual, cúbrelas con agua fría y guarda en la nevera durante 12 horas cambiándola unas 4 veces durante todo este tiempo.

Luego, con la ayuda de una cuchara, retira la carne que haya quedado en la espina. Así deben quedar:

Seca muy bien con papel absorbente

Y termina de secar en el horno a 70º C con ventilador durante una hora.

Fríe en aceite a unos 170º C.

Termina espolvoreando sal glasse (nombre inventado que utilizo para la sal finísima que se usa para las palomitas) por encima y sirve tal cual.

Mira cómo quedan de bien una vez fritas, sin un miligramo de carne:

PECCATA MINUTA!!!

Crestas de gallo, cigalas crudas, su esencia líquida y Conde Gris

 

Un plato que lleva bastante tiempo y trabajo, pero que merece la pena de largo y que además me encanta por el toque punk que tiene.

Las crestas van primero blanqueadas durante unos 10 minutos (para reducir su sabor fuerte y facilitar su pelado), después se retira la piel que las recubre y luego, cocidas en olla express, unos 40 minutos y terminan pasando por la plancha para darles un punto crujiente por fuera – pero muchísimo cuidado si lo intentáis porque saltan que da miedo – os recomiendo poner una rejilla de las que evitan las salpicaduras al freír para que no te salte una al ojo.

Las cigalas van crudas y sin el hilillo negro que las recorre.

Y la salsa está hecha con puerro, ajo y jengibre, un chorrito de salsa de pescado, vino de Jerez Oloroso y con las cabezas y cáscaras doraditas, todo cocido 20 minutos, colado, reducido a un tercio, aderezado con lima y un poco de picante y espesada con Xantana.

Y finalmente, todo aderezado con té Earl Grey – que se podría traducir como Conde Gris, de ahí el título – que da un sabor muy refrescante tanto por el té como por su aroma a bergamota.

Y para dar un toque crujiente y ácido que contrasta con el resto, uno de mis encurtidos favoritos, la coliflor (podéis ver la receta pinchando aquí).

Ensalada templada de berenjena carbonizada con vinagreta de sésamo y anchoas

Este platillo está inspirado en uno de El Escaparate, (Calle María Panés 6, 28003 Madrid), un bar de tapas con una pequeña tienda de productos muy cuidados que abrió hace muy poco. Desde entonces se ha convertido en un habitual porque hay muy pocos sitios en Madrid tan especiales como este; sus tapas y raciones tienen un corte tradicional «revisado» muy interesante, pero lo más importante es que todo está preparado con un cuidado minucioso; la cocina es sencilla, pero roza la perfección y la devoción por el producto. Como ejemplo de raciones está el chuletón de vaca gallega madurada durante 90 días, las manitas de cerdo, el tataki de atún rojo o las mollejas de cordero salteadas al oloroso. Y como tapas, la berenjena ahumada con sardina en salazón en la que me inspiré para hacer este platillo, los mejillones escabechados en la casa o el huevo poché, crema de patata y huevas de maruca. Para beber, una buena selección de vinos y tres variedades de cerveza Casasola, dos rubias y la tercera de alta fermentación – cervezas de verdad que no son un refresco, es un producto de altura.

Detrás de El Escaparate (De la Comida Apasionada) está Francisco Bononato, gran cocinero que trabajó en el Celler de Can Roca y creador del encuentro gastronómico más importante de Ecuador, Latitud Cero, un congreso que tiene la vocación de acercar la alta cocina de otros países a Ecuador, además de dar a conocer la que ya se está desarrollando ahí.

Foto del acogedor El Escaparate – vía Strogonoff

Su tapa me gustó tanto – sobre todo por la profundidad del ahumado y la acertadísima combinación con pescado en salazón – que al día siguiente me puse a hacer pruebas. Como no tenemos una cocina de gas, primero asé las berenjenas en el grill del horno – antes las pinché con un tenedor para que durante la cocción perdieran humedad y después absorbieran el sabor del humo. Pero no fue suficiente con este paso, así que le dí fuerte con el soplete hasta que carbonicé la piel como en la primera foto del post.

Inmediatamente después y para que terminaran de cocinarse y cogieran más aroma, las dejé reposando cubiertas con un plato hondo una media hora.

 

Una vez templadas, las pelé y la probé. El sabor era increíblemente intenso, ¡con un sabor a humo envidiable!

 

Luego deshice las berenjenas en tiritas, aliñe con un poco de tahine, salsa de pescado, vinagre de Jerez y terminé con unas anchoas de Casa Santoña (que me vuelven loco) y un poco de eneldo.

Voilá!