Chả Cá, mezcla de sabores perfecta

Fragante. Me parece la palabra más adecuada para este plato.

Intrigante. También le pega de maravilla.

Desde que le hice este plato, ya ha entrado en el “top 10” de los platos favoritos de toda la vida de Íñigo. Le vuelve loco cuando se lo come! 😉 Probar este plato podría ser uno de tus mejores recuerdos gastronómicos de tu vida y una razón para ir a Vietnam. ¡Y no estoy exagerando! Hoy te invito a viajar hasta Hanoi, al norte de Vietnam,  donde este plato de pescado blanco has sido popularizado.

El Cha ca, (también llamado Cha ca la vong como el restaurante que lo hace en Hanói) es un plato con pescado blanco, cúrcuma, eneldo, pasta de gambas fermentada, salsa de pescado y galangal. Esta combinación hace que el plato sea muy vietnamita (por el Mam tom, la pasta de gambas fermentada) pero al mismo tiempo tiene una mezcla de hierbas aromáticas y raíces como el eneldo y el galangal que no se suelen usar mucho en la cocina de este país.

La receta que te ofrezco es una adaptación que se acerca bastante de la tradicional. No lleva el Mam tom (pero se puede encontrar fácilmente en tiendas china en Madrid o Barcelona) y además, usé galangal y cúrcuma frescas y no en polvo, que es más potente de sabores para mí.

Ingredientes, para 4 pax:

  • 800 g de mero
  • 3 dientes de ajo picado
  • 1 cucharada de cúrcuma molida o rallada
  • 1 cucharada de galangal rallado
  • 1 cucharaditas de polvo de curry
  • 2 cucharas de yogurt
  • 3 cucharas de salsa de pescado
  • 2 cucharas de azúcar
  • 3 cucharadas de aceite vegetal
  • 1 manojo de eneldo
  • ½ limón

Opcional: cebolleta, cacahuetes, albahaca tailandés, y… ¡guindillas par los que aguantan! que para mí es muy importante añadir esta otra dimensión de sabor

Preparación:

Podemos dividir la receta en 2 partes:
– El adobo (preparado con antelación un par de horas)
– Los acompañamientos (fideos de arroz, chalotas encurtidas, cacahuetes)

  • Corta el mero en trozos de 2×2 cm approx.
  • Coloca en un cuenco y añade ajo, cúrcuma, galangal, curry, yogurt, salsa de pescado, azúcar, ½ ramillete del eneldo, una cuchara de aceite y mezcla bien. Aconsejo de usar guantes si tienes que rallar cúrcuma fresca. Cubre y deja marinar en el refrigerador durante 1 hora.

cúrcuma fresca rallada con microplane

  • Las chalotas: córtalas en rodajas finas, ponlas en un cuenco y cubre con vinagre de arroz u otro vinagre no muy fuerte.  Deja reposar en la nevera entre media y una hora.
  • No hay nada especial que hacer con los cacahuetes ¡a menos que tenga que quitarles la cáscara!
  • Corta en  rodajas los tallos de cebolleta (la parte verde).
  • Para cocer los fideos de arroz, sigue las instrucciones del paquete.
  • Calienta una sartén grande a fuego fuerte. Añade el resto del aceite y cuando está caliente cuece el pescado hasta que esté hecho. Retira el pescado, exprime el jugo de limón por encima y añade el resto de las hierbas aromáticas

  • Para servir, en Vietnam cada persona “se hace su bol”: llenándolo de los fideos de arroz, pescado, cacahuetes, chalotas, etc.


Comentario:

¡HAY que probarlo! En Paris, New-York, o Vietnam está en la carta de algunos restaurantes… ¿y dentro de poco en tu casa también? El Cha ca te dejara un recuerdo gastronómico inmemorable…

Por supuesto usar mero no es obligatorio, se puede usar cualquier pescado blanco que aguante bien la cocción y que no se deshaga mucho, tipo rape. También se podría con bacalao, no es lo mejor… ¡pero sale igual de sabroso! 😉

Sopa fría verde

Para variar un poco de los buenísimos salmorejos y gazpachos, te aconsejo probar, si todavía no lo has hecho, ésta sopa de pepino. ¿Te  apetece hacerla en casa un día para tener un entrante refrescante? ¡Fácil! En ésta recetita todos los ingredientes se encuentran en cualquier mercado sin problema. 😉

Bueno no hay mucho más que decir, la sopa se puede hacer con antelación y por supuesto puedes modificar los ingredientes o las hierbas aromáticas a tu gusto o según lo que tengas en la nevera.

Ingredientes:

  • 2 Pepinos
  • 3 ramas de apio
  • 1 calabacín
  • ½ cebolla mediana
  • 1 diente de ajo pequeño
  • 1 puñado de hojas de cilantro
  • 1 puñado de hojas de perejil
  • 2 yogures natural
  • Sal
  • Vinagre de jerez
  • AOVE

Preparación:

¡Seguro que nadie necesita las indicaciones de preparación!!

(Lava las verduras, corta en trozos, tritura todo y aliña como quiera…)

¡Cuchillos santoku!, pero ¿por qué un santoku?

  1. Aunque sea el motivo más superficial (y nunca mejor dicho), por razones estéticas, me encantan su forma, tan delicada, con ese punto ligeramente exótico que tiene.
  2. Su versatilidad:  es el cuchillo multiusos japonés, equivalente a un cebollero, solo que es un poco más pequeño y con un filo con una curvatura menor.
  3. Facilidad de uso:  como es increíblemente fino, prácticamente no pesa y es muy cómodo de usar.
Grosor impresionantemente fino, fíjate en el filo, parece quirúrjico
  1. Su menor curvatura todavía permite el movimiento de «cuna» necesario para picar, trocear y laminar «a la occidental», pero tiene un menor recorrido que el de un cuchillo de chef – inconveniente  menor – porque uno pronto se acostumbra a la diferencia. Pero si quieres un cuchillo tan fino y delicado como uno japonés y quieres tener las ventajas de una curvatura europea, tu cuchillo es un Gyutou.
  2. La hoja: Para compensar su menor grosor y evitar que el filo se deteriore,  suelen estar hechos de un acero más duro (foto superior). Los mejores se hacen con aceros laminados que, al prensarlos entre sí mientras se moldea el instrumento, producen dibujos delicadísimos. Las tradicionales se hacen con aceros mucho más duros que el acero oxidable, por lo que necesitan un mayor cuidado – básicamente mantenerlo seco en la medida de lo posible y darles una pequeña capa de aceite si no se van a usar durante un tiempo.
  3. El filo: mientras que el filo de un cuchillo occidental tiene un grado de 22-23º, este cuchillo tiene la mitad, entre 12 y 15º, lo que hace que corte casi como un bisturí (ver foto anterior).
Y con esta pequeña obsesión, ya tengo una pequeña colección.

La primera vez que fui a Japón no me pude resistir y una de las pocas cosas que me traje fue este santoku que compré en Kamata, una de mis tiendas de cuchillos favorita de Tokio en Kappabashi, una calle repleta de tiendas con todo lo que un restaurante pueda (o sueñe) con tener.

Se pueden observar las aguas que forman las distintas capas de acero

Este año pasado volví a Japón y me hice con mi segundo santoku, con un diseño mucho más clásico y que compré en Aritsurgu, una tienda del mercado de Kioto (también venden una selección de sus cuchillos en los grandes almacenes Takashimaya de Tokio, en Nihonbashi), que descubrí en mi primer viaje y me fascinó. Ni tienen web, ni quieren tenerla, así son de  tradicionales. Tanto que la compañía lleva activa 400 años – es uno de los fabricantes más antiguos que todavía existen en Japón que empezó fabricando katanas para samurais. Tienen fama de hacer uno de los mejores cuchillos japoneses que se puedan comprar y a unos precios que no son desorbitados.

 

Al igual que este, todas las empuñaduras se hacen con madera japonesa y, en el encuentro entre madera y acero, termina con una pieza de cuerno de búfalo. El cuchillo de la foto tiene una parte central hecha de acero muy duro y resistente, pero es oxidable. Para protegerlo y que sea de fácil mantenimiento, lleva un recubrimiento exterior en acero inoxidable. Así sólo hay que cuidar el filo y asegurarse de que se mantenga seco.

 

Y el tercero de mi colección llegó hace poco, un cuchillo de Shun Premier de Kai pequeñito, tan pequeño que la hoja sólo mide 14 cm. Probablemente sea el más elegante de todos. Brillante, precioso, con el dibujo que forman las láminas de acero al forjarse y con el precioso martilleado en la parte superior, que le da esa forma tan clásica de la estética japonesa. Y de fácil mantenimiento.

Muslos de pato canetón casi al curry rojo tailandés

Foto by The Oxtail

La comida sólo sabe bien si se comparte – de cualquier otra manera no tiene sentido. Cuando tomamos esto y muchas otras cosas que prepararon nuestros anfitriones y otros invitados el día supo a gloria, estuvimos en casa de Rodrigo (The Oxtail) con Juan Echanove. Para una gran crónica de la comida y del terraceo posterior, echadle un vistazo al blog de Juan – lo cuenta muchísimo mejor de lo que yo podría contarlo.

La receta es muy sencillita: 

  • Muslos de canetón «al vacío» 30 horas a 63ºC y luego gratinado en el horno hasta dorar bien la piel.
  • Salsa: fondo de pato reducido a 1/5 parte (200 ml a partir de un litro de caldo), media cucharadita de pasta de curry rojo previamente salteada, nata de coco (la parte más densa de un la leche de coco) y unas gotas de zumo de lima para darle un toque sutilmente tailandés. Tiene que saber ligeramente picante, notarse un poquito el sabor del curry y el protagonismo indiscutible tiene que ser del fondo, que es espectacular.
  • Y para seguir con la influencia tailandesa, lo servimos con uvas y albahaca – como se suelen tomar los curries de pato.

Lo bueno de México, raro y feo, el Huitlacoche

¡Nos han regalado un bote de Huitlacoche!!!

Al día siguiente piqué un buen queso, que funde de maravilla, el San Simon Da Costa (se podría usar otro por supuesto). Lo mezcle con un poco de huitlacoche y me puse a rellenar una por una, las hojas de masa para empanada. Pinté un poco de huevo batido sobre éstas y nada más. 12 minutitos en el horno a 180ºC y a comer!… Deliciosas … pero queman!…mejor si puedes esperar un minuto 😉

¿Pero el Huitlacoche, que es eso?

Por si a caso, pongo una pequeña descripción.

EL Ustilago maydis es un hongo que causa la enfermedad del maíz. El hongo forma agallas en todas las partes aéreas de las especies de maíz, y es conocido en México como huitlacoche o cuitlacoche. El consumo de huitlacoche origina en la antigua cocina azteca. Si te gustas el olor de las trufas, el sabor de quesos fuertes, con moho azul y el sabor terroso de los champiñones, puede que te guste el huitlacoche.
En general se usa como un relleno, en quesadillas y con otros alimentos a base de tortilla, y sopas o también salteado con cebolla, tomate, y ajo. En México el huitlacoche es fácilmente disponible en los mercados locales, restaurantes, con la gente del campo vendiendo por las calles sus mercancías en un cubo. Si te apetece probarlo ¡pide por ejemplo en un restaurante mexicano una quesadilla de huitlacoche!

 

(foto de mexicoguru.com)

Tónica casera con la ayuda de un experto en acuarios y un taller de neumáticos

Porque  el final  no es la única meta. Como en el juego infantil, el objetivo es la acción en sí misma, la búsqueda es lo que más ansiamos. O para decirlo en palabras de alguien que cuenta las cosas mucho mejor que yo:

«Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista. Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo…«

De Historias de cronopios y de famas, Pérdida y recuperación del pelo.  Julio Cortázar. (Y de paso ahí va mi modestísimo homenaje a los 50 años de la publicación de Rayuela)

Brindando con una copa de Gintonic Champagne

Hace ya casi un año vi este post sobre cómo hacer tónica en Craft Cocktails at Home y me quedé extasiado, ¿se puede hacer tónica en casa? Ni siquiera me molesté en preguntarme algo tan obvio como «¿Por qué intentar hacer tónica casera si puedes comprarla en el super de la esquina?» porque la respuesta obvia: ¿Y por qué no?.

En cuanto terminé de leerlo me pasé una mañana entera intentando buscar el ingrediente principal, la quinina, hasta que por fin dí con ella.

Quinina

Cuando lo preparé siguiendo la receta del post, quedé bastante decepcionado. El sabor era amargísimo y la intensidad de su aroma me hizo desistir de más intentos durante meses. También que quedé totalmente decepcionado con la cantidad de CO2 que conseguí disolver.

Sin embargo, de vez en cuando seguía dándole vueltas, pensando en cómo podía mejorar el sabor, si era una cuestión de cantidad de quinina, de tiempo de infusión o de otra cosa. Y empecé a hacer pruebas para disminuir el amargor, suavizar el sabor y conseguir algo distinto a la tónica industrial, que utiliza un extracto. La corteza resulta mucho más aromática, más amarga y la bebida final tal y como la preparé es mucho más rica en matices. Y, como podéis ver en la foto, la versión final de la tónica tiene un color ligeramente ocre.

Hasta que dí con la solución no os podéis imaginar la de pruebas que hice.

Otro gran problema al que me enfrenté fue el de la carbonatación (vaya palabrejo, qué mal suena). Intenté mil veces con el dichoso sifón ISI de CO2, pero nunca conseguí un resultado suficientemente bueno: cargaba con dos, e incluso tres botellitas de CO2, agitaba, y cuando servía, en el mejor de los casos, se formaba una espuma que desaparecía al rato y dejaba una bebida con tan poco gas que daba pena. Y eso que intenté un millón de pruebas, enfriando el agua por debajo incluso de los 0ºC (el CO2 se  disuelve mejor a temperaturas muy bajas), usando una, dos o tres cargas, agitando y dejando reposar en la nevera durante periodos de tiempo de media hora a 12 horas, pero nada funcionó suficientemente bien. Y claro, me gasté un pastizal en producto y en cargas. Tanto, que me puse en contacto con ellos para comentarles lo que me pasaba y, pensando que no funcionaba bien, me enviaron un tubo de repuesto. Pero no sirvió de nada.

El dichoso sifón ISI

Hace algo más de un mes me pasé por una tienda de acuarios y peces donde conseguí dar con la clave (los acuarios necesitan añadir CO2 al agua para crear un ecosistema apto para que los peces vivan). Le conté al dueño lo que quería hacer y me dejó unas botellas de CO2 para que hiciera pruebas , un manómetro de los de cerveza para regular la presión que sale de la botella que pidió a un amigo y se le ocurrió que podríamos conectar el manómetro a una botella con una válvula de neumático de bicicleta. Pero ahí me encontré con otro problema; no conseguía encontrar válvulas sin cámara…   Finalmente, después de mucho buscar, entré en un taller de recambio de ruedas y me regalaron unas válvulas de coche «por si me servían» (y de pasó supe que desde hace más de 30 años los neumáticos de coche no tienen cámara ;)).

Ejemplos de válvulas de neumáticos

Como podéis ver, la válvula no tiene un sistema de rosca, lo que complica el ajuste al tapón. Si alguien encuentra algún tipo válvula con un sistema de tuerca, agradecería enormemente si me dice dónde puedo conseguirla.

Después  muchas vueltas, conseguí acoplar una válvula a un tapón de una botella de refresco de dos litros, así que ya tenía mi sistema preparado.

El tapón con su válvula de neumático

Para hacer el hueco en el tapón, hay que perforar un agujero central y luego taladrar para que la válvula quepa muy, muy ajustada.

The dark side of the tapón

Pero antes de usar el invento y para que no me explotara en la cara, tuve que averiguar cuánta presión pueden aguantar las botellas de refrescos. Empecé a investigar en youtube y me dí cuenta que no era el único freak que intentaba una cosa así con resultados bastante buenos, lo cual me animó muchísimo. Después de mucho investigar averigüe que una botella puede aguantar hasta 12 atmósferas de presión – el equivalente a la  que ejerce una columna de 120 metros de agua de mar (¡¡¡unos 12o kg!!!), muchísimo más de lo que yo iba a necesitar – piensa que para carbonatar la cerveza normalmente se utiliza alrededor de 1’9 ATM’s. Al parecer, están preparadas para aguantar tanta presión para evitar problemas si se calientan, haciendo que el CO2 vuelva a estado gaseoso y aumentando la presión en la botella. Ahora, cada vez que miro una botella de refrescos, veo una cámara de presión «low cost».

El invento final: botella conectada a un regulador de cerveza y a su vez, al una botella de refescos

Después de hacer pruebas y conseguir una cantidad de gas suficiente para un refresco, inspirado por un cocktail que tomé en NY en Brooker and Dax, el bar de cockteles de Momofuku ideado por el gran Dave Arnold de Cooking Issues, me empeñé en no conformarme con hacer sólo un refresco. Quería en hacer un cocktail con tónica y ginebra, carbonatando la mezcla y añadiendo más gas del habitual. Piensa que a un gintonic tradicional se le añade ginebra, que no tiene gas, hielo, que, en contacto con el refresco, libera muchísimo gas, lima o limón, que produce el mismo efecto, y acabas con un combinado que da pena (no digamos si usamos Fever Tree, que no tiene casi carbónico). Ahí me topé con otro problema: al carbonatar una bebida con alcohol, se reduce la capacidad de disolución del gas en el líquido – y vuelta a empezar.

Haciendo de las mías, esta vez con un extintor reciclado

Luego decidí servirlo bien frío en copa de champán – sin necesidad de hielo ni ningún otro extra. Pero la burbuja que obtenía era gruesa y no quedaba tan estética como la que yo buscaba – quería replicar el mismo comportamiento de una copa de champán, con esa burbuja tan fina, elegante y constante, característica de éste y no del cava. Y De nuevo tuve que volver a rebanarme los sesos para conseguirlo.

La finísima burbuja de un champán rosado. 

Como punto final decidí no añadir lima (las partículas sólidas también liberan gas del combinado) – cosa que solucioné replicando el sabor de la lima combinando ácido cítrico con á. málico en la mezcla de la tónica. Sólo pinté los bordes de las copas con ralladura de lima para complementar con su punto aromático y añadí un pequeñísimo nudo hecho con su piel.   Y aquí está el resultado: máximo carbónico, burbuja finísima y un gran sabor que mejora con creces el de un gintonic tradicional. Una auténtica delicia. 

Gintonic Champagne (detalles de la míniburbuja)

Nota: el detalle de la elaboración no está del todo explicado, pero en el texto hay muchas pistas; ya sabéis que siempre cuento todo con pelos y señales, pero esta vez me voy a reservar el secreto – ha sido un año de investigación y por ahora lo voy a disfrutar con los míos.

Nota 2: todas las fotos buenas de este post son de Carlos Noceda de averquecocinamoshoy.com, el resto, mías 😉