Kimchi suavizado

La mayoría de la gente ni siquiera conoce esta maravilla, que se suele hacer fermentando, entre otros ingredientes, col china con ajo y una especie de paprika coreana de uno rojo brillante y medio picante, aunque tiene millones de variaciones. Y la magia está en buscar alternativas.

Con este kimchi quería acercarme a esos kimchis japoneses (que ellos pronuncian kimuchi), mucho más suaves, con menos ajo y que prácticamente no pican. Además quise añadir sabores frescos, como los de la manzana verde, jengibre y raíz de cilantro y otro tipo de picante – el del rabanito – pero por desgracia, la fermentación suavizó su fuerza. Además incluí fermentados como un poquitín de pasta de gambas y salsa de pescado y también vieiras secas para darle un poco de «patada» al plato final. El resultado, un kimchi bastante versátil que a todo el mundo le puede gustar.

Admeás, la fermentación es una de las mejores formas de mantener «en forma» la col china durante más tiempo. Permite estirar su caducidad y la enriquece con nuevos sabores dando como resultado un alimento mucho más apetecible.

Y para prepararlo, sigue las mismas indicaciones que en la receta anterior pinchando en el link.

 

Cortes deliciosos escondidos en los pescados

Disclaimer: al contrario de lo que pasa (a veces, sólo a veces) en el blog, en este caso no se necesita de ningún ingrediente extraño, sólo una corvina y un poco de maña con un  cuchillo bien afilado.

El otro día compré una corvina salvaje y fresquísima, un pescado azul excelente que, como se consume poco en España, sigue siendo relativamente barato (unos 10€/kg) y me la llevé entera, sólo pedí al pescadero que escamara el animal y quitara las vísceras para poder luego jugar con ella.

Cuando llegué a casa me puse manos a la obra: terminé de escamar a pescado – siempre se dejan muchas escamas (que también reservé) y empecé a despiezar el bicho. Saqué los lomos, le quité espinas y los guardé para luego.

Los lomo los preparo a la plancha por el lado de la piel hasta que queda bien dorada y crujiente, luego hago ligeramente por el lado de la carne muy poco tiempo y vuelvo a dorar por la piel para que llegue al plato perfectamente crujiente. De esta forma consigo una carne muy jugosa y una piel extremadamente crujiente:

Pero vamos al tema, que esto no es lo importante de este post…

 

Pero claro, todavía quedaba mucha carne y empecé a pensar en cómo prepararlas. Lo que quería era resaltar las texturas tan distintas que se pueden encontrar en el pescado.

Vamos por partes (nunca mejor dicho):

La ventresca del animalillo (la pieza de carne que cubre las tripas) la limpié bien, retiré espinas y la telilla que recubre la pieza con cuidado de no llevarme más carne y la separé del lomo. Luego la hice a la plancha, dorando sólo por el lado de la piel. El resultado, delicioso, jugosísimo y muy original, una auténtica delicia.

Las escamas (sin foto). Fritas en aceite se pueden usar luego para potenciar el sabor a mar de pescados, a la vez que le damos un toque sorprendente y crujiente.

La carne adherida a la espina: después de sacar los lomos, retiré la carne que se quedó pegada a la espina central ayudándome de una cucharilla de postre. Dependiendo de tu habilidad con el cuchillo, sacarás una cantidad más o menos pequeña, suficiente  para hacer un pequeño tartar de aperitivo – adereza como más te apetezca, (si eres hábil con el cuchillo te quedarás corto con la cantidad; también puedes añadir un poquito de carne de la cola).

De la cabeza:

  • La cococha (bajo la mandíbula, se ve al fondo, en la foto de la ventresca, pero muy borrosa), con tantísima gelatina que se deshacía en boca. Muy parecida a las de merluza, pero con más carne y algo más melosas. Atención que esta es una pieza «egoísta», de las que no se pueden (ni uno querrá) compartir.
  • La carrillera (la pieza de carne que está detrás del ojo): buenísima y algo más dura que el resto.
  • El cogote: otra parte de la cabeza que queda muy buena, a la plancha o al horno. No resulta fácil sacar, pero merece la pena.
  • Otra opción deliciosa que sustituye a las tres anteriores es hacer un curry o guiso con la cabeza, como se hace en Singapur. Una auténtica delicia y por lo menos divertido si utilizas palillos para rebañar la carne de la cabeza.

Con la parte final de la cola, menos grasa mientras más se aleje de la cabeza, preparé un cebiche delicioso para aprovechar este corte que funciona peor sometido al calor. Una preparación poco clásica: el pescado cortado en daditos, con un poco de cebolla roja, huacatay, jugo de lima, guindilla y salsa de pescado vietnamita, que le va de perlas. Y como siempre en el blog, la lima sólo toca el pescado unos segundos antes de servirse.

Desde que me llegó este cuchillo de porcelana de Kyocera no he dejado de usarlo para verduras.

Tiene un filo increíble, más resistente que uno de acero. Y lo mejor, permite hacer cortes tan precisos y finos como este, fíjate cómo la cebolla queda casi transparente:

El huacatay es una hierba aromática que se usa mucho en Perú, pero no para ceviches; sin embargo, sus sabor fresco que recuerda a la menta aunque con un sabor más complejo, me encaja perfectamente con el pescado (seguro que los peruanos no están de acuerdo). Lo encontré en puestos latinoamericanos del mercado de Maravillas de Madrid. Es absolutamente deliciosa.

La piel a la plancha y crujientita (del corte que utilicé para hacer el ceviche) es uno de los mejores aperitivos para acompañar una gran cerveza. La hice a la plancha para un gran pequeño aperitivo de pescado intenso.

 

Entrelomo dorsal (nombre inventado, que no está nada mal, por cierto): en la parte superior del animal, entre los dos lomos y justo debajo de las aletas dorsales se encuentra un corte mágico, con una textura grasa y melosa impresionante, muy distinta a la de los lomos a los que está pegado y por supuesto, plagadito de espinas. Merece la pena tomarla así para darle todo el protagonismo que se merece y disfrutar de una textura a la que muy pocas veces se le presta suficiente atención. Para tomarla hay que ir peleándose para separar la carne de las espinas y hacerse con este gran tesoro. En Japón se suele tomar este corte de pescados planos en crudo, que también está buenísimo, pero no tiene nada que ver con la riqueza que le aporta el calor y el dorado del Maillard. Os recomiendo darle un toque breve de plancha a fuego bien fuerte por los dos lados. Un corte tan bueno como feo, probablemente el que más me gustó de todos; incluso les encantó a mis sobrinos de 8 y 6 años. 

La zona de la oreja (bajo la aleta temporal, entre la cabeza y las agallas). Es una pieza con muchas espinas, pero como ya casi todos somos  mayores, podemos tomarla sin problemas, ¿no? dorada bajo el grill del horno queda deliciosa, con su piel crujiente y su carne melosa e intercalada de espinas. La preparé aderezada con un poco de «ponzu instantáneo»: salsa de soja, vinagre, zumo de pomelo rosa y lima que le aportó un sabor fresquísimo y ligeramente dulce. A propósito, con este corte no es tan buena idea comer con palillos ;).

Es increíble lo que puede dar de sí lo que normalmente tiramos, obteniendo resultados sorprendentes y sabrosísimos a la vez que estiramos nuestro presupuesto.

Nhem tadeua con arroz Sundari

Hoy empezamos con una nueva colaboración con el blog de arroces Sundari.

En el primer post hablo de una gran receta laosiana de arroz «en texturas» (siento utilizar esta descripción, tan manida como el aceto balsámico concentrado, pero no se me ocurre mejor expresión).

Os dejo las primeras frases, pero para la receta, tendréis que ir a su blog:

En un primer momento uno puede pensar que se trata de un sencillo salteado de arroz, pero es mucho más complejo de lo que a primera vista parece; combina un arroz muy jugoso con otro muy, muy, muy crujiente. Primero va cocido, luego se adereza, se forman bolas y se fríe consiguiendo un crujiente delicioso – una especie de socarrat asiático; luego se adereza y ya está listo para comer acompañado de lechuga como bocadillo que envuelve el arroz de una frescura deliciosa Y para leer más podéis hacerlo pinchando aquí

Terrina de manitas de cerdo

Receta barata, facilísima y deliciosa, una manera distinta de tomarse unas manitas:

  • Compra unas cinco manitas de cerdo bien hermosas, (nunca pies, que no tienen casi nada más que huesos).
  • Blanquea unos 5 minutos en agua hirviendo y tira el agua.
  • Cuece en olla rápida unos 20 minutos con los aromáticos que más te apetezca (yo usé salsa de pescado, sal, azúcar, canela, anís estrellado, pimienta, cebolla, laurel y ajo).
  • Deja enfriar en el caldo.
  • Retira las manitas y reduce el caldo a 1/4 de su volumen.
  • Mientras tanto deshuesa y rompe en piezas pequeñitas.
  • Pon las piezas en un molde y añade un poco del caldo reducido hasta cubrir.
  • Deja cuajar en la nevera, al menos un par de horas o tres.
  • Corta como más te guste y adereza con unas gotas de lima y su ralladura, aceite de sésamo picante y unos cristales de sal Maldon.

Crepe de socarrat al cuadrado

El otro día preparamos un arroz con todo el sabor del pato:

  • Con fondo de pato (con anís estrellado para resaltar el sabor cárnico).
  • Unas mollejas de pato confitadas
  • La grasa del confit la utilizamos para saltear el sofrito – con cebolla, por supuesto.

Y el resultado fue, como dijeron nuestros invitados de honor: Enrique de Dorar no sella y su mujer, un arroz «excelso».

Pero el socarrat se quedó pegado en la sartén, imposible recuperarlo. Así que, después de tomárnoslo, cubrí la sartén con un poco del fondo, lo dejé reposar hasta que se rehidrató, añadí un poco más de arroz que sobró, lo trituré y pasé por un colador para obtener una masa uniforme.

Mira cómo quedó de gelatinizado por la cantidad de caldo (el bote está tumbado)

Al día siguiente se me ocurrió ir un paso más allá: en una sartén antiadherente de muy buena calidad – nosotros usamos sartenes Woll, que son magníficas – llevamos usándolas durante meses sin tener demasiado cuidado con utensilios y ni siquiera tienen un pequeño raspón. Tienen un recubrimiento de Titanio que las hace más antiadherentes que las de teflón y parece ser que no son perjudiciales para la salud, como hemos oído todos acerca de ésta. Además, el teflón se desprende y degrada a altas temperaturas y esta está intacta.

Otra ventaja fundamental es que el mango es extraíble, lo que permite almacenarla y meter en el lavaplatos con más comodidad y usar en el horno sin ningún problema.

Vertí un poco de la masa, dejé que se evaporara a fuego medio (5 en inducción con escala 1-10)…

y luego lo dejé dorar aún más.

Lo retiré con cuidado, formé una crepe rápidamente (en seguida pierde su maleabilidad y queda crujiente, así que hay que darle forma lo antes posible), corté en aritos y dejé enfriar. El resultado, un sabor pronunciadísimo, socarrat al cuadrado.

¡Para qué queremos el arroz!

Un apero fantástico para acompañar una buena cerveza.

Salmuera de anchoas – casi garum

Una auténtica delicia, tiene un sabor a anchoa increíble y se puede usar igual que la salsa de pescado del sudesete asiático. Buenísimo como alternativa más mediterránea.

El aroma es muy diferente, obviamente sabe a anchoa; es mucho más «fresco» que la salsa de pescado (esta última, con un sabor más «avanzado» por el estado de fermentación y precisamente por eso, más apetitosa para el paladar entrenado); además me da la impresión de que es menos potente en ácido glutámico (tiene menos umami); eso sí, tiene una concentración mucho más alta de sal, muy cercana a una saturación total (no tengo el dato ahora, en torno al 30 y tantos %).

Para preparar la salsa colé la salmuera de las anchoas con un filtro de café. Obtuve un líquido totalmente transparente; si el proceso se hace en la nevera, evitas que la poca grasa de pescado presente en el jugo, que se hace más densa al estar fría, pase a través del filtro.

El proceso de elaboración de la salsa de pescado y el de las anchoas es muy parecido, una capa de sal, otra de anchoas,  sal, anchoas, sal y así sucesivamente. La principal diferencia  está en que en la salsa de pescado no se destripan las anchoas. Al introducirlas en salmuera, ésta se carga las bacterias que habitan en los intestinos, pero permite que su actividad enzimática siga presentente, lo que»predigiere» el pescado y lo convierte en una masa (moromi en japonés, igual que en la salsa de soja). Durante este proceso se produce una transformación de las proteínas que da lugar, entre otras cosas, a ácido glutámico y a notas de sabor distintas a las del pescado original. Algo parecido pasa con las anchoas, pero con menor fermentación – obviamente la limpieza de las tripas nunca es completa y hay algo de actividad enzimática.

Usos y combinaciones: todo lo que vaya bien con anchoas, todo lo que vaya bien con la salsa de pescado (combinado con ingredientes ácidos y picantes es una delicia), como base para aderezar un tomate y con la mayoría de ingredientes con un alto contenido en umami. También va genial para caldos y así aumentar su contenido en umami.

La salmuera la conseguí en una visita a la fábrica de anchoas Casa Santoña, donde nos enseñaron cómo las preparan: las anchoas llegan en bidones que se preparan en Santoña y ya en la sierra de Madrid termina la curación.

Podéis ver cómo la parte superior, al estar en contacto con el aire cambia un poco de color.

La anchoa sumergida en la salmuera

Y todo cambia cuando cogemos las anchoas, oh delicia, con un color increíble

Se limpian en agua, se retiran todos los restos de escamas, tripas y espinas. El verdadero mérito de éstas anchoas está en que,

una vez preparadas, es casi imposible encontrarte una sola espina.

Nota: salvo las tres primeras fotos, que las ha hecho Émilie, el resto de las fotos están cedidas por Mike Randolph – del gran blog: Spain. By Mike Randolph. Merece la pena echar un vistazo a sus fotos.