Huevos de faisán

 

Textura y sabor delicadísimos. Y de tamaño, más o menos la mitad de uno grande de gallina – o dos tercios del tamaño de uno pequeño 😉

Lo más curioso es que la clara no forma un gel tan denso como lo hacen los de gallina.

No son nada fáciles de encontrar – yo los probé por primera vez en París a través de alguien, pero no en tiendas. Puede que dentro de poco estén a la venta en la Pollería de los grandísimos Hermanos Gómez (Galería comercial Magallanes) en cuanto estén, actualizaré el post. Merecen la pena.

Ciruelas ume

Literalmente ciruela seca – aunque en realidad se trata de un tipo de melocotón que está más encurtido que seco. A mi me gusta tal cual, sin acompañar con nada para disfrutar de su brutal intensidad; sin embargo se suele tomar junto con arroz para amortiguar su potencia.

Un ingrediente, en contra de las preconcepciones asociadas a la cocina japonesa, que tiene un sabor fuerte, muy salado y muy ácido, un sabor al que hay que acostumbrarse, pero que termina siendo muy agradable y refrescante. Y para complementar su aroma, se le añade sisho (perilla o menta japonesa), que en la foto aparece en forma de sombrero.

Se puede tomar triturado, mezclado con agua con gas – un refresco típico de Asia con un sabor muy refrescante que sorprende por su sabor salado. También se puede usar para aderezar cualquier ensalada.

El jugo que suelta durante la fermentación se utiliza como vinagre (de hecho se conoce como vinagre de ume) y también aporta notas deliciosas a una ensalada.

Tés chinos (y otros) infusionados en frío

Tomamos té frío durante todo el año, pero ahora, más que nunca,  es cuando realmente apetece. Para prepararlo sólo hay que llenar una botella de agua a temperatura ambiente, echar en una bolsita la cantidad habitual de té de una infusión tradicional y dejarlo fuera de la nevera unas 8 horas (no pasa nada si te excedes hasta 12 horas, más puede amargar). También puedes infusionar en la nevera para que cuando esté a tu gusto ya esté frío, pero tarda un poquito más. Luego puedes volver a usar el té para nuevas infusiones – hay tés chinos como el Phu er que se pueden reutilizar hasta 9 veces.

A nosotros nos gustan tal cual, pero si prefieres, puedes aderezarlos con azúcar, piel o zumo de cítricos. La menta y albahaca también son grandes aliados.

La principal diferencia entre este proceso y el té infusionado en caliente – a parte de la temperatura – es que su sabor es más suave, es menos astringente y tiene notas que recuerdan más a frutas y hierva fresca (salvo si utilizas té negro). Harold McGee explica aquí que los tés infusionados en frío también suelen contener menos cafeína, lo que te permitirá disfrutar de esta bebida suavemente aromatizada en grandes cantidades sin que te lleve Al borde el un ataque de nervios.

De todos los tés que utilizamos, los que más nos gustan son los chinos – grandes desconocidos en España. Son muy variados y dentro de cada tipo hay innumerables matices. Aunque es verdad que también entre los tés japoneses te puedes encontrar auténticas maravillas.

Los que más nos gustan son los long jing y los wolong (o oolong wu long).

Los primeros son tés verdes, deliciosamente frescos – sobre todo si son de la última cosecha. De hoja larga y fina y color verde intenso, es uno de los tés que se consumen más a menudo en China.  Para conservarlos hay que guardarlos en la nevera, de otro modo oscurecen rápidamente y pierden su delicado sabor fresco. Si te intentan vender té que ha pardeado, no lo compres.

Hojas de long jing

El oolong es un té semioxidado, a mitad de camino entre los negros y los verdes. Se deja oxidar parcialmente  (y no fermentar, como se piensa; el único té que fermenta es el puh er) y se cuece al vapor para detener su oxidación (a los tés verdes se les aplica este proceso inmediatamente después de la recolección para evitar que pardeen). Su sabor es más intenso que el de un té verde, con más carácter y más matices. Dependiendo de las variedades, pueden estar más o menos oxidados – en Occidente se suelen preferir los más oscuros, aunque a nosotros nos gustan más los menos oxidados, nos parecen más frescos, con un sabor más limpio. Uno de los que más fama tiene es el oolong de las montañas de Taiwan.

Un ejemplo de un oolong con poca oxidación. 

Esta variedad casi siempre se presenta con sus hojas prensadas en forma de pequeñas bolitas.

Más oscuro, por lo tanto algo más oxidado

 

Otros tés que nos gustan: 

Japoneses – suelen ser más amargos que los chinos:

  • Genmaicha:  el arroz tostado aporta notas deliciosas que recuerdan a frutos secos.
  • Sencha: también delicioso, de aroma sutil y también amargo.
  • Matcha: té en polvo; si es fresco (se tiene que conservar en la nevera) es delicioso. Me encanta su fuerte amargor.
  • Gyokuro: un té delicioso, para tomar poco a menudo por su altísimo precio. Tiene un sabor que recuerda claramente a algas. De una delicadeza inigualable, lo he probado no más de 15 veces y nunca me olvidaré de su aroma a mar.
  • Té de cebada: un té sin hojas de té. Sólo lleva cebada con distintos grados de tostado. Delicioso y barato. En Japón se considera un té para tomar en verano, a menudo se sirve muy frío.

Otros tés chinos:

  • Puh er: delicioso para tomar de vez en cuando, estos tés fermentados tienen un sabor extraño a tierra y alcanzan precios desorbitados (en China se le llama té negro y aquí té rojo, así que cuidado con las confusiones).
  • Té con gingseng: tiene un interesantísimo sabor refrescante que recuerda al jengibre, delicioso. Suele ser relativamente barato.

Tés negros:

  • Los negros también nos gustan aunque los utilizamos con menos frecuencia, por ejemplo, el té inglés tipo Breakfast nos atrae por su intensidad, aunque precisamente por ese motivo los tomamos poco.

Otros tés aromatizados:

  • Nos encantan los Earl Grey, aromatizados con bergamota, por su aroma cítrico y su frescor.
  • Hay un té que nos gusta mucho y nos recuerda al Earl Grey con piel de 7 cítricos de la marca francesa Le Palais de Thés (tienen versión wolong y versión té negro; las dos deliciosas). Se vende en el Club del Gourmet de ECI.
  • Lapsang Souchon: tés fuertemente ahumados de sabor muy potente. A veces los rebajamos, mezclando con otro té para reducir su aroma a humo o utilizamos muy poquito.

Lo bueno de México, raro y feo, el Huitlacoche

¡Nos han regalado un bote de Huitlacoche!!!

Al día siguiente piqué un buen queso, que funde de maravilla, el San Simon Da Costa (se podría usar otro por supuesto). Lo mezcle con un poco de huitlacoche y me puse a rellenar una por una, las hojas de masa para empanada. Pinté un poco de huevo batido sobre éstas y nada más. 12 minutitos en el horno a 180ºC y a comer!… Deliciosas … pero queman!…mejor si puedes esperar un minuto 😉

¿Pero el Huitlacoche, que es eso?

Por si a caso, pongo una pequeña descripción.

EL Ustilago maydis es un hongo que causa la enfermedad del maíz. El hongo forma agallas en todas las partes aéreas de las especies de maíz, y es conocido en México como huitlacoche o cuitlacoche. El consumo de huitlacoche origina en la antigua cocina azteca. Si te gustas el olor de las trufas, el sabor de quesos fuertes, con moho azul y el sabor terroso de los champiñones, puede que te guste el huitlacoche.
En general se usa como un relleno, en quesadillas y con otros alimentos a base de tortilla, y sopas o también salteado con cebolla, tomate, y ajo. En México el huitlacoche es fácilmente disponible en los mercados locales, restaurantes, con la gente del campo vendiendo por las calles sus mercancías en un cubo. Si te apetece probarlo ¡pide por ejemplo en un restaurante mexicano una quesadilla de huitlacoche!

 

(foto de mexicoguru.com)

Pimienta vietnamita

Hace poco una amiga de París, casada con un vietnamita, me trajo esta maravilla del sur de Vietnam, una pimienta famosísima por su calidad y también por la cantidad – producen más del 30% de la pimienta del mundo.

Y es una auténtica delicia, creo que de las mejores pimientas que he tomado nunca. Comparando con la que venden en El Corte Inglés – que especifica su origen indochino- ésta es mucho más sabrosa, más fresca y más aromática – tanto que de sólo olerla entran ganas de estornudar. Y probablemente se deba a que ha pasado mucho menos tiempo entre su cultivo y el momento en que llegó a nuestras manos. Qué pena que no podáis olerla a través de la pantalla.